No importó que fuera 1 de agosto para que unos 30.000 sevillistas se plantasen en Nervión para el debut ante un desconocido equipo de Montenegro. Incluso, la afición blanquirroja consiguió ser mayoría fuera de casa, en el inolvidable partido en Estoril. Los de Unai Emery dominaron su grupo y accedieron a las eliminatorias, donde todo comenzaba a dar señales de temporada grande. Tras superar al Maribor, nada menos que un derbi, el primero y hasta ahora único de la historia en Europa. Y si todo lo que podía salir mal en la ida, lo hizo, la vuelta fue un sueño que, tantos años después, aún cuesta terminar de creer.
Aquellos mágicos penaltis en Heliópolis, la increíble remontada en casa ante el Oporto…. ¡el gol de Mbia! Lo cierto es que la Europa League 2013/14 da para escribir varios libros por tantas cosas vividas en tan poco tiempo. Pero todavía restaba lo más complicado. Había que derrotar al Benfica en el Juventus Stadium de Turín. Y puede que no fuera la final precisamente más vistosa, pero tras tantos retos superados, una tanda de penaltis más no podía ser escollo suficiente. El Sevilla no falló ningún lanzamiento de aquella tanda y dejó a Oblak y los suyos sin la deseada plata. Esa que volvía a Nervión por tercera vez, justo el ecuador de un camino que, todavía hoy, parece no tener fin.
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