Más de cuatro mil sevillistas demostraron en Estoril que aquella temporada la ilusión por la UEFA Europa League no se negociaba
Y así se hizo. El Sevilla FC se clasificó a los dieciseisavos como primero de grupo, derrotó al NK Maribor y se metió en octavos enfrentándose al Real Betis. El partido de ida ante el conjunto verdiblanco se saldó con un desfavorable y desalentador 0-2. Sin embargo, lejos de capitular, jugadores y afición –se desplazaron más de tres mil aficionados al Benito Villamarín pese al complicadísimo marcador en la ida– se conjuraron en el Sánchez-Pizjuán, tras derrotar por goleada al Valladolid, para hacer la machada en el partido de vuelta. Lo que parecía improbable se logró de forma épica en una tanda de penaltis en la que el Sevilla FC, Beto mediante, se clasificó para cuartos de final. Allí esperaba el Oporto, que en la ida se impuso 1-0, siendo muy superior, pero que claudicó en la vuelta ante un partido sobresaliente de los sevillistas, que no dieron opción con una primera parte arrolladora, liderados por un Ivan Rakitic en estado de gracia.
En semifinales hubo que batirse con el Valencia CF, que tras caer por 2-0 en la ida en el Sánchez-Pizjuán, se propuso buscar la remontada en Mestalla. Hasta allí se desplazaron cerca de seis mil sevillistas, que desde el principio vieron como el conjunto ché apabullaba al Sevilla y se ponía 3-0 en el marcador con una versión implacable. Pero cuando todo parecía perdido, en pleno descuento, una jugada de manual tras saque de banda de Coke, con prolongación de Fazio al área pequeña, acabó con un martillazo prodigioso de Stéphane Mbia que supuso el pase a la final de Turín.
Pese al mal resultado de la ida, tres mil sevillistas acudieron al Benito Villamarín convencidos de que la remontada se iba a consumar como así fue
En Turín el Sevilla FC, sin la vitola de favorito, ante un Benfica que llegaba lanzado, se fajó en una final extremadamente competitiva, que se decidió desde los once metros. Ahí se impusieron los reflejos de Beto y la certidumbre de los lanzadores nervionenses. Kevin Gameiro transformó el penalti decisivo, poniendo fin a un camino no exento de baches, pero repleto de emociones fuertes y mayúsculas satisfacciones.
Todo comenzó en un verano donde la ilusión del sevillismo fue la mejor gasolina para volver a ser campeón. El camino para la nueva temporada 18/19 está ya trazado, el reto es intentar volverlo a hacer como en aquella 13/14 para la historia. Sí, todo comenzó ante el Mladost.
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